Historias de flatulencias
o de cómo nos perdimos el pudor...
No hay minuto que no te piense, que no te invoque o no te recuerde, escribirte me hace bien... o eso es lo que creo... porque me ayuda a seguir respirando.
Cuando te conocí no teníamos carro, andábamos en combi, a pie y cuando teníamos dinero, en taxi. Hoy recordé aquella vez, era enero 2003, tus papás te habían traído una camioneta, era azul y se volvió muy conveniente porque arriba se subiría medio mundo para contar muchas historias de viajes muy peculiares, pero la primer salida la hicimos solos, querías mostrarme el pueblo donde habías nacido y donde habías pasado tu niñez: Zitacuaro, era el primer día de clase después de las vacaciones de navidad, tú pasaste por mi a mi casa, ya estábamos en el estacionamiento de la escuela pero no apagaste el carro ni te estacionaste, siempre rebelde, siempre idiatico, siempre con esa forma tuya tan peculiar y única de ser romántico, me propusiste salarnos las clases, prometiste regresar antes de que mis papás se dieran cuenta y tomaste camino rumbo a Zitacuaro... nuestros caminos de Michoacán, los recorrimos casi todos juntos, entre risas, besos, pleitos, largas pláticas filosofando de la vida y juegos.
Ese día tomaste la carretera, seguro de ti, yo tenía miedo, yo no me salaba las clases y mucho menos me iba a otro pueblo sin avisarle a mi papá porque se enojaba y porque la verdad jamás he sido tan aventada, pero me ganaba más la mariposa que me revoloteaba en el estómago cada vez que estaba cerca de ti (esa mariposa jamás dejo de revolotear cuando te tenía cerca) y te seguí feliz, me mostraste cada rincón que te era importante de Zitacuaro, me contaste decenas de historias de tu niñez, me apasionaba escuchar tus historias, las llenabas de gestos y entonaciones, tu cuerpo estaba involucrado al cien por ciento en ellas.
Me diste de comer un” chemo” la verdad es que me enamore de esa cosa afrodisíaca, cada que un bocado entraba a mi boca no sabía a quien amaba mas, si al que me compró el “chemo” o al alimento en si (si, te vengo a confesar esto 16 años después, era un secreto mío muy bien guardado) pero es una cosa deliciosa: un vaso con fruta finamente picada, con chile perón, chile piquin, mucho limón, jugo de naranja, queso rayado, sal y vinagre, vaya manjar que me saboreé hasta el último suspiro, quede enchilada hasta los mocos, tú me mirabas sorprendido por la cantidad de chile que era capaz de ingerir sin parar, te reías de mi y decías que parara, pero no podía, estaba comiendo mi pedazo de cielo 😂 cuando me termine ese vaso, me miraste moqueando (eso no es de damitas ya lo sé, jamás fui tan damita como quería aparentar) me preguntaste si quería otro, como chingaos no enamorarse de ti caray si me leías el pensamiento... si me comi otro y quede todavía más enchilada, y con mis papilas gustativas destruidas, pero feliz.
Continuaste contándome historias mágicas de tu vida y con mi barriga contenta sonaban aún mejor. Pero ya era tarde y mi papá se iba a dar cuenta que no estaba en donde él creía que yo andaba, emprendimos el camino de regreso, teníamos enfrente tres horas de camino Michoacano por recorrer en tu camioneta azul, que solo tenía un asiento corrido y podía ir juntito a ti sintiendo el calor arrobador de tu cuerpo mientras conducías... pero algo horroroso y repugnante se avecinaba, algo que no me hubiera imaginado jamás, estaba por llegar el momento de la verdad, mientras manejabas y yo venía de encimosa contigo, como siempre, aquel manjar que un par de horas atrás me había enamorado, me apuñalo por la espalda de la forma más cruel y despiadada. Un cassette de mecano sonaba tenue en el estero, la carretera estaba sola, los pájaros cantaban y el viento soplaba gradable, el cuadro romántico era perfecto, pero ese “chemo” ya me había traicionado el muy maldito no podía esperar, comencé a sentir que las mariposas se convertían en foraces leones hambrientos, su rugir ya se dejaba escuchar por mi estomago, yo no podía permitir que se escuchara el intenso rugir, no podías escuchar eso de una damita, éramos novios y por Dios las monjas siempre me dijeron que esos bajos instintos no los podíamos mostrar ante un caballero, esas cosas no eran de una dama, tuve que romper el cuadro y con el pretexto de fumar un cigarro me corri al otro lado del asiento y baje la ventanilla, el cigarro solo lo empeoro, los leones se enojaron más y ahora demandaban salir en forma de una enorme flatulencia, ya estaba sudando y eso que hacía frío, carajo, como pedir bajarme del carro, que pretexto inteligente usar si ya no podía pensar... entonces delante nuestro, como venido del cielo se presentaba la salvación, un camión muy ruidoso venía en sentido contrario y pasaría junto a nosotros, solo debía subir el volumen de la música de mecano con el pretexto de que me encantaba la canción y esperar el momento ideal para dejar escapar ese rugir, todo estaba listo Javier, no te habías de enterar, pero de nuevo el destino cochino se puso en mi contra: el camión al pasar junto a nosotros paro el ruido del freno de motor, la canción terminó y ese maldito pedo se salió ya estaba más afuera que adentro y nada lo detendría, fuerte, ruidoso y largo... maldito sea mi timing carajo... mecano y el camión me habían traicionado y el chemo ya había hecho de las suyas...
Me volteaste a ver asustado, sórdido, sorprendido, impávido, yo no tenía a donde correr ni palabras que decir, tenía el rostro desencajado, se me había caído el “teatrito” de la damita educada por un padre políticamente correcto y de nada había servido su inversión en la escuela de monjas que fundamentaban su educación en el Manual de Carreño, ya no me ibas a querer, ¿como después del estruendoso sonido que había salido de mi ser? un silencio eterno se hizo presente, subiste tu ventanilla lentamente, bajaste el volumen de la música mientras mirabas al frente y seguías manejando, me quería morir, hiciste una extraña inclinación de tu cadera y entonces respondiste a mi acto impúdico con tremendo estruendo largo y apestoso, te mire, me miraste y entonces las carcajadas invadieron la camioneta... que mejor forma de decir te amo, de nada sirvió el manual de las buenas costumbres, porque esas no hacen lazos, esas no generan que un amor crezca de la forma más hinospita, los caminos de Michoacán los recorrimos entre pedos, risas y besos... cómplices de locuras, cómplices de historias, los dos depositarios de nuestros mas grandes secretos, sueños y deseos...
“Cariñito ¿donde te hayas, con quien te andarás pasiando? Vengo de tierras lejanas nomas por ti preguntando...” en los caminos de Michoacán te volveré a encontrar para reír porque un chemo nos traicionó, y volveremos a llorar a carcajadas, si, por los caminos de Michoacán...
